Quiénes somos

Los traductores argentinos estamos viviendo una etapa de grandes cambios en el país y en el mundo. La pandemia ha modificado el escenario nacional e internacional al que estábamos acostumbrados. A los problemas habituales, como la competencia desleal o la falta de reconocimiento profesional, se sumaron las restricciones, los contagios y las pérdidas de vidas, entre ellas la de varios colegas.

En la vida profesional, la firma digital, con sus pros y sus contras, ha llegado para instalarse en nuestro trabajo de todos los días y se suma a la firma ológrafa.

Si bien trabajamos más desde nuestras casas y con menores gastos, vivimos más aislados que antes. Necesitamos más unidad.

La conducción de nuestro colegio, elegida en las últimas elecciones e integrada por miembros del mismo color partidario desde hace casi 15 años, actúa presionada por la realidad, cuando ya no queda otra salida: así pasó con la firma digital, que llegó a nuestro colegio mucho más tarde que en otros consejos profesionales, como el de la provincia de Buenos Aires. La estructura del CTPCBA, burocrática y algunas veces engorrosa, complica en ocasiones generando problemas, a diferencia de los colegios hermanos más pequeños que compiten brindando mejor servicio y atención.

De los 9.000 traductores matriculados, solo 2.200 legalizaron traducciones en 2021. Ese par de miles de traductores públicos son atendidos por 34 empleados, quienes, en nuestra opinión, están mal distribuidos en sus funciones. Esos trabajadores deberían estar en su mayoría al servicio de la mejor prestación en el sector de las legalizaciones.

En las pasadas elecciones nuestra lista representó el 40% de los votos y en la asamblea de noviembre de 2021 estuvimos a pocos votos de lograr la aprobación de nuestras propuestas.

Queremos cambios estructurales en una institución flexible y eficiente que no se adapte a estos tiempos.

Lo que servía en 1973 ya no sirve en 2022. Pagar la cuota anual y recibir una etiqueta autoadhesiva para pegar en nuestra credencial es anacrónico. El colegio debe ocuparse en exigir las traducciones públicas en todos los ámbitos que nos competen para aumentar el volumen de trabajo. Las instituciones desconocen cada vez más nuestra profesión mientras cada vez son menos los que exigen la legalización de nuestra firma, lo único que garantiza que el TP está matriculado en su consejo profesional.

Los traductores tenemos una formación tanto o más profunda que las otras profesiones tradicionales en Argentina. Necesitamos que sea una profesión reconocida para que tenga la jerarquía que se merece y para ello necesitamos que nuestro Colegio tenga una conducción compuesta por dirigentes que representen estas premisas.

La Lista Unidad, creada con colegas con experiencia y jóvenes que realmente traducen y viven de su actividad, demostró que no somos una oposición irresponsable. Criticamos lo que está mal y apoyamos las medidas cuando son adecuadas.

Sin embargo, para lograr cambios de fondo, necesitamos que vos participes en una elección cada dos años y en una asamblea anual. Es todo lo que se requiere para orientar en otra dirección a la traducción pública.

Si solo vota el 10% del padrón electoral, el oficialismo seguirá gobernando sin contralor. Si sos uno de los 2.200 que traduce y legaliza cada año, unite a la Lista Unidad.

Sumate a un proyecto de traductores con larga experiencia profesional junto a jóvenes que quieren otra institución, más moderna y actualizada. Una profesión respetada, con los aranceles que merece un profesional de la traducción.

La opción y la alternativa ya existen. Ahora solo faltás vos. Juntos podemos cambiar nuestro Colegio.

En las próximas elecciones votá a la Lista Unidad.